La crisis sanitaria es tan solo la parte visible de 5 crisis secuenciales que amenazan con hacer naufragar a España. El resto son las crisis económica, social, política y territorial.
España es un gran país, “estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí misma y todavía no lo ha conseguido”. Quien no ha oído o leído esta celebre cita atribuida a Otto von Bismarck. Recordado como el “Canciller de Hierro” fue artífice de la unificación alemana a finales del siglo XIX. Sea suya o no, hay que reconocer que tiene razón.
Los últimos años de este país son para olvidar. El fin del bipartidismo dio entrada a nuevas formaciones que, lejos de aportar diálogo y nuevas soluciones a los problemas reales del país, han provocado mayor inestabilidad política.
Qué futuro podemos tener con altas tasas de desempleo, escasa inversión en investigación y con el turismo y la construcción como motores casi únicos de crecimiento, sin alternativas estratégicas de desarrollo y competitividad.
Y qué futuro podemos proyectar si renunciamos a nuestro pasado conjunto, apelando a una memoria histórica cuyo recorrido no alcanza más allá de la Guerra Civil y de las divisiones que provocó entre los españoles.
La crisis sanitaria es tan solo la punta de un iceberg. Bajo las aguas se esconde una situación perversa que, tras activar cuatro crisis secuenciales, amenaza con hundir nuestro país.
Crisis sanitaria
En 1912, el Titanic era la mayor construcción móvil creada por el ser humano, además de ser la más segura. La prensa le bautizó como “el insumergible”. La arrogancia que rodeó la construcción del barco y su viaje inaugural fue quizás la causante de que los oficiales al mando ignoraran hasta en doce ocasiones las advertencias de presencia de icebergs en la ruta, antes de impactar con uno de ellos.
A comienzos de 2020, tan despistados estábamos discutiendo nuestras miserias que no vimos cómo se acercaba a la Península Ibérica un iceberg en forma de pandemia, el COVID-19. A pesar de las advertencias, se infravaloró el riesgo, no se hizo acopio del material sanitario necesario para combatirlo y no se actuó hasta que el iceberg impactó contra nuestro país.
A día de hoy, sin tratamiento ni vacuna, y tras casi dos meses de confinamiento de los ciudadanos en sus hogares, siguen creciendo las cifras de infectados y fallecidos, incluso entre los sanitarios, también victimas de la falta de medidas de protección. ¿Qué hubiera ocurrido si España hubiera tenido los medios suficientes para afrontar la pandemia?¿Podríamos haber seguido con nuestras vidas adoptando las medidas de seguridad más adecuadas?
Crisis económica
El Titanic no tenía botes suficientes para todos los pasajeros. Además, una serie de órdenes confusas y erróneas, hicieron que muchos de esos botes se lanzaran al agua sin completarse, lo que reducía las posibilidades de supervivencia al resto de pasajeros y tripulantes.
Para frenar la propagación de la pandemia se decretó el estado de alarma, se confinó en los domicilios a los habitantes y se paralizó la actividad económica, condenando a millones de trabajadores y autónomos a un futuro muy incierto. Así se inicia la crisis económica.
La hibernación de la economía tendrá consecuencias muy graves en el crecimiento de nuestro país, que ya venía en clara desaceleración. El Gobierno estima para 2020 una caída total de 9,2% del PIB y una tasa de paro del 19%. Sin embargo, el Fondo Monetario Internacional prevé una caída del PIB cercana al 10% y el Banco de España del 13,6%. Ambas instituciones sitúan la tasa de paro cercana al 21%. La recuperación no llegará hasta 2024 o 2025.
El Estado va a tener que hacer frente a una factura multimillonaria para sufragar el coste de las ayudas a personas vulnerables, trabajadores, autónomos y empresas. ¿Alguien cree que un Estado que ha tenido que echar mano a la hucha de las pensiones durante los últimos años hasta agotarla puede tener capacidad de soportar este coste?
El rescate de la Unión Europea es inminente. Y tras la intervención nos impondrán severas condiciones de ajuste de nuestra economía, la troika enviará a sus hombres de negro para supervisar y llegarán los temidos recortes en salarios, pensiones y sueldos de los funcionarios, además de mayores impuestos.
Crisis social
En el hundimiento del Titanic los pasajeros de primera y segunda clase tenían más probabilidades de llegar a cubierta y alcanzar alguno de los botes salvavidas. Para los de tercera clase no había botes salvavidas almacenados. Su salvación dependió de los pasajeros de primera y segunda clase que dieron un paso atrás para ceder el espacio a mujeres y niños, tal y como ordenaron los oficiales.
Con empresas y ciudadanos más endeudados, con menores ingresos, con mayor tasa de desempleo y con poco margen para dedicar partidas presupuestarias a cuestiones que no sean básicas para el país, la fuga de talentos e inversores será inevitable, las ayudas a desempleados mínimas y las pensiones míseras.
El Estado poco podrá invertir en modernizar las infraestructuras del sistema sanitario para hacer frente a futuras pandemias. El deterioro se hará también extensivo a otros servicios públicos, derivando en un incremento de problemas sociales como inseguridad ciudadana, corrupción y pobreza.
Una de los principales desafíos del país en el terreno social es la educación de nuestros jóvenes. La educación tiene que replantearse por completo. Urge una transformación educativa integral, porque las sociedades se construyen desde las familias, y desde aulas.
Crisis política
El Titanic forma parte de una época en la que los buques de vela estaban siendo sustituidos por navíos a vapor. Muchos de los oficiales del Titanic habían capitaneado barcos de vela con el viejo sistema de órdenes, en el que el timón se giraba en dirección contraria a la que se quería ir. Ese puede ser uno de los motivos por los que al divisar el iceberg, erróneamente las órdenes fueron inversas al giro que debía realizarse para evitar el impacto.
El error se mantuvo en secreto por un oficial superviviente hasta años después de su muerte. Lo ocultó para evitar la bancarrota de la naviera White Star Line, propietaria del Titanic.
La crisis política, cuyos primeros síntomas son ya evidentes, se agravará tan pronto haya que rendir cuentas de la pandemia o surjan nuevos rebrotes.
El Gobierno de Pedro Sánchez está en una encrucijada. La pregunta es cuánto tiempo va a poder soportar la presión. Sin presupuestos propios; con una gestión unilateral, errática y opaca; con enfrentamientos abiertos con oposición, agentes sociales y diferentes presidentes autonómicos; y ante un, más que seguro, rescate de la Unión Europea que limitará los objetivos iniciales de la coalición en el poder, la fractura entre los socios de Gobierno y los partidos que les apoyaron no tardará en llegar, y con ella, seguramente, unas nuevas elecciones marcadas por un escenario muy complejo para un futuro Gobierno.
La duda es como reaccionará el electorado tras varios años de decepciones, en los que el país ha sido muy difícil de gobernar y nadie ha sido capaz de realizar reformas profundas.
Crisis territorial
El impacto lateral del Titanic con el iceberg fue tan suave que sus pasajeros incluso hacían bromas. Pero en realidad, abrió una profunda grieta que sentenció el destino del barco.
Antes de hundirse, el barco se partió en dos, tras un ruido estremecedor mientras los botes de los supervivientes abandonaba la zona en la oscuridad de la noche. Más de un siglo después, los restos del pecio se están desintegrando por la corrosión marina.
En este entorno de crisis sucesivas, España tiene que dar solución a problemas territoriales que son fundamentales para aportar equilibrio y asegurar la supervivencia del país.
El modelo autonómico desarrollado durante la Transición necesita una renovación, hay que resolver el sistema de financiación de las Comunidades Autónomas, la España vaciada, que ha sido clave en el suministro de productos agroalimentarios y ganaderos durante la pandemia, necesita un auténtico plan de desarrollo rural que resuelva sus necesidades y proyecte un futuro esperanzador.
En esta situación de crisis profunda, la posibilidad de tejer un proyecto sólido de país será cada vez más compleja. El débil equilibrio territorial que sostiene a nuestro país será aprovechado por quienes vean la oportunidad de alcanzar sus anhelos independentistas para culpabilizar al Estado de la situación. Las grietas del pasado, agravadas por las sucesivas crisis postCovid, quebrarán la estructura territorial sentenciando el futuro de nuestro país.
Evitar el naufragio
España, tal y como la conocemos, está al borde del hundimiento. El modelo actual ya no sirve. Tenemos que ir pensando en un nuevo modelo de país y de convivencia.
Los españoles nos merecemos construir juntos un futuro de calidad. Necesitamos diseñar un proyecto estratégico de país para los próximos 25 años, que vertebre e impulse a España en el nuevo escenario geoeconómico postCovid.
Todas las fuerzas políticas y sociales tienen la obligación de consensuar unos objetivos y planes de desarrollo sobre los que construir nuestro futuro, identificando nuevos motores económicos para crecer, creando programas académicos para cubrir nuevas profesiones nacidas del plan, impulsando una auténtica transformación digital de instituciones, empresas y ciudadanos, creando una marca-país competitiva y diseñando estrategias de comercialización internacional.
Por primera vez en nuestra historia, todos los españoles debemos remar en la misma dirección si queremos salvar el país y llevarlo a un destino próspero.
Y si lo logramos, entonces no dejemos nunca de remar juntos, porque tendremos la oportunidad de construir algo grande y demostrar que, tal y como decía Otto von Bismarck, somos el país más fuerte del mundo.
Deja una respuesta