Todos los años por estas fechas, los profesores de Educación Infantil suelen pedir a sus alumnos que dibujen a sus familias.
Además de ser el primer gran reto artístico de muchos niños, es un ejercicio muy entrañable, especialmente en estas fechas navideñas.
Hace algunos años, nosotros pasamos por primera vez esa “prueba”. Mar, mi hija mayor, realizó un dibujo fantástico. Su madre aparecía alta y guapa, con una bonita melena castaña. Su hermano Javier, entonces un bebé, ocupaba un lugar especial entre ella y su mamá. Lógicamente, ella, se autorretrató preciosa. Y dejó para el final al último personaje de su “pequeña gran obra”: su perrita Popi, una dulce y tierna bolita de algodón.
Con mucha ilusión entregó su dibujo a la profesora, quien sorprendida le preguntó: “¿y tu papá?, ¿dónde está tu papá?”.
Mar respondió a la pregunta con una naturalidad demoledora: “¿Mi papá?. No está. ¡Seguramente estaría de viaje cuando hice el dibujo. Siempre está de viaje!”
Es cierto. En aquel momento mi vida profesional inundaba mi vida personal a ritmo de tsunami. El talante generoso de Silvia, mi esposa, le llevaba a comprender la situación y mi necesidad constante de acabar tareas y proyectos en casa, dado que el resto de la semana estaba de ciudad en ciudad y apenas tenía tiempo para estar en la oficina.
Pero los niños son distintos. O estás o no estás. Si no estás, no desapareces de sus vidas… pero sí de sus dibujos. Es su forma de expresar cómo es tu relación con ellos y cómo se sienten.
En aquel momento, interioricé el significado de conciliar la vida profesional con la vida familiar.
A partir de entonces, comencé a administrar mejor mi tiempo disponible, definiendo horarios para el trabajo y momentos para mi familia. Clasifiqué los viajes en tres categorías: urgentes, necesarios e intrascendentes. Obviamente, programé adecuadamente los primeros y los segundos y distancié los terceros, eliminando algunos por exceso de intrascendencia.
La responsabilidad profesional sigue provocando que, en ocasiones (más de las que quisiera), lleve trabajo a casa, pero la devoción familiar hace que busque momentos en los que ese trabajo no afecte a mi relación con mis seres queridos.
Evidentemente, una buena gestión del tiempo te permite llegar a todo, atendiendo las obligaciones profesionales, dedicando tiempo a uno mismo y disfrutando en compañía de tu familia y de tus amigos.
El dibujo de Mar, un año más tarde
Un año después, Mar volvió a realizar el dibujo de su familia. Curiosamente, dibujó a su padre asomándose por una esquina del mismo, como si estuviera entrando de nuevo en su vida (así lo quise ver yo).
Ha pasado el tiempo y Mar ha hecho del dibujo y la pintura una manera de expresar sus sentimientos y emociones.
En mi caso, creo haber alcanzado ya un equilibrio entre ambos mundos, el profesional y el familiar. En el ámbito profesional, mi rendimiento sigue siendo el de siempre y sigo disfrutando con todo lo que hago. En el familiar, comparto mi tiempo intensamente con los míos y siento que ellos son felices de tenerme a su lado.
El dibujo de Javier
Este año, Javier, mi segundo hijo, ha traído a casa sus trabajos del colegio. Entre ellos, estaba el dibujo de su familia… Junto a su madre, a su hermana y a su protegido, el pequeño Pablo, estaba yo, su padre. Me había dibujado alto, guapo y fuerte. Mi posición centrada en el dibujo me hizo pensar por unos instantes que ocupo una posición muy importante en su subconsciente. ¡Menudo orgullo!
Pero, ¿qué pasará con Pablo?, ¿cómo me dibujará?.
Conciliar la vida profesional y familiar no es tarea fácil, pero es imprescindible para que tus hijos te dibujen en el retrato de su familia
rosaura dice
Lo mas bonito en esta vida es recapacitar y tener una escala de valores.
Toda nuestra vida, esta marcada por las decisiones que en un momento se toman.
Pero eso es con cualquier persona y en cualquier momento de la vida