Evolución. Vivimos en constante evolución. Pasamos de un estado a otro sin apenas darnos cuenta. El cambio es parte de nuestras vidas, y la vida, en sí misma es cambio.
En los últimos días estamos asistiendo con estupor a un radical proceso de transformación que todos observamos con gran preocupación y que puede tener consecuencias imprevisibles. Las frenéticas decisiones que está adoptando el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, están haciendo tambalear los valores de la sociedad americana y las políticas llevadas durante décadas por sus predecesores al frente del país más poderoso del mundo.
Se puede decir que Trump está haciendo honor al símbolo del Partido Republicano, al cual representa, pues parece haber entrado en la Casa Blanca “como un elefante en una cacharrería”.
En pocos días ha agitado el panorama internacional, poniendo en guardia tanto a aliados como a enemigos de Estados Unidos. Ha aprobado la construcción (finalización) de un muro en la frontera con México, ha vetado la entrada en el país de ciudadanos procedentes de varios países musulmanes, ha dado un giro abrupto a los avances realizados durante los últimos años en materia medioambiental para luchar contra el cambio climático, ha frenado el TPP (Acuerdo de Asociación Transpacífico), ha exigido renegociar el NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), ha amenazado a China con entablar una guerra, de momento comercial, ha cuestionado el acuerdo alcanzado por Obama con Irán para frenar su programa nuclear y ha puesto en jaque su relación con la Unión Europea, tanto en el marco económico como en el de la OTAN.
Además, ha provocado una convulsión interna en la sociedad americana, derogando el Obamacare o, en términos oficiales, la Ley de Cuidados de la Salud Asequibles, cuyas reformas garantizaban el acceso a más americanos a la asistencia sanitaria. Y a su lista de temas pendientes hay que añadir la amenaza de deportación que pesa sobre varios millones de inmigrantes que residen ilegalmente en el país o su beneplácito a utilizar la tortura en los interrogatorios para combatir el terrorismo… o a cualquiera de sus enemigos, supongo. Todo es empezar.
Y todo esto en poco más de 10 días. Para quien pensaba que todo iba a quedar en promesas electorales, estos cuatro años de mandato se van a hacer muy, pero que muy largos.
Relocalización y proteccionismo antiglobalización
Quizás la medida más esperanzadora para la industria americana, y especialmente para los desempleados sea la prometida revolución fiscal que pretende poner en marcha para lograr el ansiado crecimiento económico. Reducciones generalizadas de impuestos para las empresas, bajando del 35% al 15%. Y por otra parte, gravámenes y penalizaciones a las empresas americanas que inviertan en el extranjero o deslocalicen su producción para llevarla a otros países. Son algunas de las medidas que persiguen el objetivo de repatriar empresas y especialmente recuperar la capacidad productiva del tejido empresarial en suelo estadounidense.
La era del proteccionismo de Trump amenaza al fenómeno de la globalización, uno de los procesos de transformación más influyentes de los últimos años, y no sólo para las empresas, sino también para toda la Humanidad.
La globalización ha influido en el desarrollo de muchos países, unificando sistemas económicos, sociales, culturales, jurídicos, políticos y tecnológicos con el fin de alcanzar una mayor eficiencia del mercado y una mayor competitividad de los agentes que en él operan. Para lograrlo, durante los últimos años se ha promovido la eliminación de barreras locales, la cooperación internacional y el libre comercio.
En el terreno productivo, la globalización ha propiciado el offshoring o deslocalización de empresas, contribuyendo a reorientar la capacidad productiva de las economías más poderosas hacia países en los que el coste de la mano de obra es muy inferior. Esta situación ha favorecido el desarrollo de un grupo de países o economías emergentes, encabezados principalmente por China, India, Rusia, México, Brasil, Indonesia y Turquía.
Estas economías emergentes han concentrado gran parte de la producción mundial, lo que les ha permitido ocupar a su población, generar riqueza, desarrollar su tecnología al amparo de los países más innovadores, elevar su poder de compra en la obtención de materias primas y recursos energéticos, además de situarse entre las principales economías del mundo, lo que les permitirá afrontar los próximos años en una posición ventajosa.
Dentro de este nuevo reparto del poder económico mundial, algunos de los países emergentes están incrementando su capacidad de negociación, al concentrar gran parte de las importaciones de materias primas y energía, como es el caso de China o Rusia.
Por eso, esta situación está llamada a convertirse en un foco de tensiones entre las principales economías del mundo, especialmente entre China y Estados Unidos, economías que ya compiten por la supremacía mundial.
El offshoring, que se concebía como una oportunidad para las economías industrializadas, porque su finalidad era abaratar los costes productivos y centrarse en la comercialización de productos y servicios, ha ido acelerando la desintegración de la capacidad productiva de los países que han sido más activos en el proceso de deslocalización.
Era cuestión de tiempo que algunos países se plantearan incentivar la relocalización productiva como una solución con la que minimizar riesgos futuros y con la que estimular su crecimiento económico en el medio o largo plazo. Pero lo que quizás no era previsible es que fuera Estados Unidos quien abanderara ese tipo de políticas.
Donald Trump entendió a la perfección que ese mensaje era música celestial para una parte importante de la sociedad americana, castigada por la crisis. Fue tejiendo su victoria electoral en los estados llamados del “cinturón del óxido” (rust belt), cuyo declive vino provocado por la globalización y por los tratados de libre comercio que favorecieron la deslocalización de la industria pesada de la zona.
Las contundentes amenazas del nuevo presidente de los Estados Unidos a las empresas con intereses en otros países ha hecho replantear la estrategia inversora y productiva de empresas como Ford, General Motors, Carrier, IBM, Amazon, o Apple, que ya han anunciado la relocalización de algunas de sus fábricas e inversiones en el país con los cientos de miles de puestos de trabajo que ello conlleva, lo que, en palabras del propio Donald Trump, le convertirá en “el mayor productor de empleo que Dios ha creado nunca”.
America First, America Only or America Alone
A día de hoy, es imposible predecir cuales serán las consecuencias de las políticas de Trump, unas políticas que intentan proteger los intereses estadounidenses, y que son fieles al lema de su campaña, America First, aunque quizás debía haber dicho, America Only. El giro político, económico, legal está abriendo espacios a otros países que, sin duda, van a aprovechar la oportunidad para ejercer su influencia en los mercados y países que Estados Unidos empieza a descuidar. Será complicado recuperar la hegemonía y las relaciones internacionales que tanto se han tardado en edificar y que se están demoliendo a una velocidad de vértigo.
Con un nuevo ladrillo cada día, Trump ha empezado a construir su obra faraónica, un enorme muro. Pero, el inexperto presidente debería saber que su muralla no solo separará a México de su territorio, sino que aislará a Estados Unidos del resto del mundo.
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