Si el proceso previo a la compra de Twitter fue un auténtico thriller, el desembarco de Elon Musk en la compañía promete ser un cortometraje escrito en 140 caracteres.
A la caza del pajarito azul
Entre los meses de enero y octubre de 2022, el CEO de Tesla, SpaceX o Neuralink, originó una cascada de noticias en torno a la adquisición de la red social que crearon una atmósfera oscura con inesperados giros de guión en los que no nada era lo que parecía.
Ni Alfred Hitchcock, Roman Polanski, Quentin Tarnatino o David Lynch, algunos de los mejores directores del género, hubieran imaginado una película que contuviera todos estos ingredientes:
- múltiples ampliaciones de la participación de Musk en el accionariado de Twitter;
- un nombramiento en su consejo de administración y posterior renuncia;
- una oferta millonaria para hacerse con el control de la empresa (44.000 millones de dólares);
- una financiación obtenida en tiempo récord con un origen algo difuso;
- una “píldora venenosa”, o maniobra de defensa corporativa utilizada en Estados Unidos que tiene como objetivo, a través de una cláusula, evitar una opa hostil al encarecer las acciones y evitar que entren socios que puedan hacerse con el control de la empresa desde dentro, al más puro estilo Caballo de Troya;
- declaraciones incendiarias acerca del actual modelo de negocio de la compañía (necesidad de tener un algoritmo en código abierto, dudas sobre la libertad de expresión en la red, etc.);
- suspicacias políticas (promesa de indulto al veto de la cuenta de Donald Trump);
- críticas de personajes públicos usuarios de la red social, como Stephen King, el escritor del género del terror con más libros adaptados al cine,
- un anuncio de compra de la compañía y con un anuncio de suspensión de dicha compra para verificar el porcentaje de cuentas falsas, duplicadas y spam;
- subidas y caídas de dos dígitos en el valor de la empresa en Bolsa;
- enfrentamientos y acusaciones entre el multimillonario y los directivos de la compañía;
- una renuncia por parte de Musk a la adquisición de la red social por supuesto incumplimiento de contrato, y en respuesta una demanda de Twitter… también por incumplimiento de contrato;
- revelaciones sobre riesgos de ciberseguridad por parte de un exejecutivo de la empresa;
- y, finalmente, una batalla judicial que fija el 28 de octubre como fecha límite para que Elon Musk, uno de los hombres más ricos del planeta, se hiciera con Twitter, una de las redes sociales más influyentes. Y así lo hizo.
Diez meses de auténtico suspense para los 211 millones de tuiteros o usuarios activos, en el que la figura de Elon Musk ha deambulado entre la del personaje justiciero que busca liberar a Twitter de la mordaza que le impide la libertad de expresión, y el personaje maquiavélico que pretende hacerse con uno de los altavoces más poderosos del mundo para ejercer su influencia y seguir haciendo más grande su fortuna.
El elefante entra en la cacharrería
Tras convertirse en el “Tuitero en jefe” (Chief Twit), como a él le gusta autodenominarse, apareció en la sede de Twitter con un lavabo (sink en inglés) en las manos, vídeo que publicó en su propia cuenta de la red social con el mensaje “let that sink it”, que se traduce como “deja que se hunda”.
Quizás sea por esa razón que su desembarco en la compañía ha venido acompañado de una oleada de despidos masivos, empezando por el del propio CEO, Parag Agrawal y el de los principales directivos de la compañía, así como de declaraciones que han sembrado el desconcierto de empleados, accionistas, anunciantes y usuarios, como que “la bancarrota no está descartada”.
Empresas como General Motors, LÓréal, Carlsberg, Pfizer, Audi, Porsche, United Airlines o Grupo Volkswagen, entre otras, decidieron retirar la publicidad de Twitter, lo que acarreará un fuerte descenso de los ingresos de una compañía que se financia fundamentalmente a través de ingresos publicitarios.
Esto parece no preocupar a Musk, dado que para incrementar los ingresos por suscripción puso en marcha Twitter Blue, una verificación que ya existía en políticos, celebridades y empresas y que hizo extensible al resto de usuarios por un precio de ocho dólares al mes (este precio se adaptará a cada país). Consiste en una insignia azul que se muestra junto al nombre de usuario y que verifica la cuenta para evitar ser suplantados. Unos días más tarde, Twitter tuvo que suspender el servicio de cuentas verificadas por un aluvión de cuentas falsas que crearon confusión en la red.
El ultimátum lanzado por Elon Musk a sus empleados en el que les instaba a “trabajar extremadamente duro o dejar la empresa” tuvo como respuesta una renuncia masiva de cientos de empleados que empezaron a abandonar la empresa en pocas horas, lo que llevó a Musk a decretar el cierre de sus oficinas durante varios días, así como el acceso a los dispositivos de la empresa en manos de los trabajadores y a las herramientas de comunicación interna, para evitar que se produzca algún tipo de sabotaje.
Tres semanas después de realizar la compra de Twitter, casi del 90% de la plantilla ha abandonado la compañía (de 7.500 a 900), y entre ellos, muchos profesionales a los que Musk y su equipo consideraban fundamentales para garantizar el futuro de la red social. Y lo que es peor, la imagen que esta situación, y Elon Musk en particular, está proyectando en los stakeholders de todo el mundo es realmente lamentable.
La situación está provocando que muchos usuarios estén migrando a Mastodon, una red social de código abierto, creada en 2016 y financiada a través de crowfunding. Y también podría acelerar el lanzamiento de BlueSky, la red social creada por Jack Dorsey, cofundador de Twitter, que lleva desarrollándose desde 2019 y que todavía no ha visto la luz.
El hombre más rico del mundo está viendo como además de su reputación, su fortuna retrocede al mismo ritmo que el valor de la compañía por la que pagó hace tres semanas 44.000 millones de dólares ahora vale 17.000 millones de dólares. Y la situación también está impactando sobre el resto de las sociedades de Musk, especialmente en Tesla, que ha perdido más de 130.000 millones de dólares en este tiempo. Una destrucción de valor sin precedentes.
La compañía del pajarito azul está en medio de un caos mediático y podría certificar su defunción en los próximos días. De este modo, la escenita que montó el magnate a la llegada de la sede de Twitter, lavabo en mano, era una premonición o una auténtica declaración de intenciones.
El estilo de liderazgo de Elon Musk
Hace unos meses, si me hubieran pedido definir el estilo de liderazgo de Elon Musk, atendiendo a la clasificación de Daniel Goleman, hubiera dicho que se trataba de un líder visionario, capaz de dirigir a una organización hacia un propósito, un auténtico agente del cambio cuya frase de referencia es “seguidme”.
Después de este affaire, quizás el estilo de liderazgo expuesto tenga más que ver con el de un líder autoritario, que exige subordinación inmediata y que se orienta únicamente a resultados bajo la frase “haréis todo lo que yo diga”.
Los líderes suelen adaptar su estilo a la necesidad de liderazgo que requiere cada situación, aunque no siempre se manejan bien en cada una de ellas. Hasta ahora, todos los proyectos en los que había participado Elon Musk tenían que ver con construir visiones de futuro: encaminar a la humanidad hacia un mundo más sostenible (Tesla), convertir al ser humano en un ser interplanetario (SpaceX) o ampliar las habilidades del ser humano conectando la inteligencia biológica (cerebro) y la artificial (ordenadores e internet) a través de chips (Neuralink).
La compra de una red social, que probablemente camuflaba una crisis interna de una dimensión inimaginable, pero que estaba acostumbrada al estilo democrático de su confundador Jack Dorsey, a través del cual se promueve la participación, la colaboración, el trabajo en equipo y la comunicación para crear consenso. En este caso, la frase de referencia es: ¿Qué opinas?
Sin duda, la cultura de la compañía se ha construido sobre estas bases y cualquier giro de timón debe tener en cuenta que la principal resistencia a vencer va a partir de esta forma de entender el día a día de la compañía.
El estilo visionario no es adecuado para obtener resultados en el corto plazo, que es lo que exige la actual situación de Twitter, lo cual es factible con un estilo autoritario. Pero la cultura de la organización nunca aceptaría ese estilo de liderazgo, y menos aún, si su portador entra como un elefante en una cacharrería desde el primer día… o con un lavabo en la mano, que es lo mismo.
¿Qué estilo de liderazgo funcionaría mejor?
En este caso, el estilo timonel es perfecto. La imagen de triunfador que proyecta Musk hubiera servido para que los trabajadores aceptaran fijar metas ambiciosas que orientaran a toda la compañía a alcanzar resultados que mejoraran la situación en el corto plazo, promoviendo que todos los trabajadores tuvieran iniciativa en la puesta en marcha de las actuaciones propuestas. El ejemplo era el mejor método para que todo el mundo quisiera emular a Elon Musk: “Hazlo como yo lo hago (en mis otras empresas)”.
Sin duda, a Elon Musk le ha faltado mucha inteligencia emocional para darse cuenta de que sus excentricidades iban a afectar negativamente el estado emocional de toda una compañía y, en consecuencia, el clima laboral de la misma. Le ha faltado también humildad para aceptar que esta experiencia empresarial nada tiene que ver con todas las anteriores que ha impulsado y que la manera de gestionarla requiere observar, analizar y actuar de la forma más conveniente. Le ha faltado generosidad con los trabajadores, dado que no era necesario amedrentar con amenazas, humillar despidiendo por whatsapp o exigir sumisión ante el trabajo, entre las múltiples torpezas que ha cometido. Y le ha faltado mucho autocontrol, para frenar sus impulsos y actuar con la visión estratégica que requería la situación.
Inteligencia emocional, humildad, generosidad, autocontrol son algunas de las principales características que un buen líder debe atesorar.
Elon Musk, como cualquier persona, tiene derecho a equivocarse y aprender de sus errores. Y aunque finalmente logre frenar el desplome de Twitter y reconducir la compañía, algo que hoy parece casi imposible, ésta va a ser una gran situación de aprendizaje acerca del liderazgo.
Pero, ¿y si todo es intencionado y este thriller da otro giro inesperado?
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